LA GALLINA CLEMENTINA
La gallina Clementina
es nueva en el gallinero.
A su ama le ha gustado
su color anaranjado
y su aspecto tierno,
dulce, delicado…
La suelta con las gallinas,
muy presumidas y finas.
A un gesto de la que manda
toditas le dan la espalda;
dejando a Clementina
en el centro del corral,
se van corriendo en manada
para escuchar a Tirana,
la gallina que gobierna
con maneras poco sanas:
“Nadie se acerque a la nueva,
mantened vuestra blancura,
no nos vaya a contagiar su color
¡Vaya locura!”
Clementina se amohína,
no entiende la situación
¿Por qué le han dado de lado?
Se le encoje el corazón.
Bel, la gallina rebelde,
con una timbrada voz,
se aproxima y le pregunta:
-¿Podemos charlar las dos?
-¡Gracias! Amiga. Pues ¡Claro!
Me estaba afligiendo sola.
Me sentía un bicho raro.
-Perdona nuestra actitud,
créeme, no somos malas.
Perdemos la compostura
obedeciendo a Tirana.
Ahora mismo he decidido
seguir a mi intuición
y me dice: Clementina
esconde un gran corazón.
Creo que te tienen miedo,
tu belleza les asusta.
Te invito a poner un huevo
en el nido principal
y lo que piensen las otras
me da exactamente igual.
-Tengo un poco de reparo,
pero pensándolo bien
en esta vida hay que ser,
a veces, bastante osado.
-¡Adelante! Clementina
yo vigilo a las gallinas.
¡Pobre de la que se acerque
con intenciones ladinas!
Posándose sobre el nido,
con finura y distinción,
puso un huevo primoroso
que despertó admiración.
A partir de aquel momento
se acercaron más a ella,
al punto de que Tirana
empezó a sentir vergüenza.
Convocó una reunión
en la que públicamente
supo pedirle perdón:
-“Me confieso arrepentida,
prometo no mandar más
y tomar las decisiones
por votación popular”.
Las gallinas aprendieron
a escuchar su corazón,
a ser más respetuosas,
compasivas, solidarias,
empáticas y amorosas.
Los huevos de Clementina
felizmente eclosionaron.
Nacieron unos pollitos
blanquitos y anaranjados.
Y cuando sale al corral
dice alborozada el ama:
¡Ay! ¡Qué razas tan divinas
de polluelos y gallinas!