El Universo de Ani

Cuentos

EL ÁRBOL QUE QUISO VOLAR

EL ÁRBOL QUE QUISO VOLAR



Hubo una vez un árbol
de espíritu viajero
que decidió pedir
al Universo tres deseos:
Quiero volar como las mariposas
Quiero absorber saber
desde mis raíces hasta mi copa.
Quiero comunicarme
con esos hermanos
llamados humanos.

Lo que no sabía él
es que siempre se concede
lo que se pide con fe,
con amor, con emoción
y el sentir del corazón.

A la mañana siguiente
se elevó muy suavemente,
sobrevolando bosques y tejados
¡Era un ser alado!

Admirado, sorprendido,
saludaba a los gorriones
y a todas las avecillas
que se cruzaba a montones.
¡Qué liviandad!¡Qué placer!
¡Qué feliz ingravidez!

Y después de disfrutar
de giros y volteretas
harto ya de piruetas
quiso aterrizar de nuevo
y puso pies en el suelo.

Se enraizó en un paraje
allá por tierras manchegas.

Las centenarias encinas
eran, ahora, sus vecinas.

El viento traía mensajes
que absorbía por sus hojas.

Y raíces amorosas
Se abrazaban a las suyas
dándole sabiduría
y comprensión de las cosas.

Acudían pajarillos
a anidar entre sus ramas.

Paseaban por su tronco
las hormiguitas enanas.

Le daban conversación,
le contaban chascarrillos
Se sentía muy feliz,
más en secreto soñaba
con que algún día un chiquillo
se acercase a hablar con él
y trepase hasta su copa,
para poder responder
a sus curiosas preguntas
y compartir su saber.

Cuando menos lo esperaba
un muchacho se acercó,
pero en lugar de trepar
a su tronco se abrazó.

Inmóvil, impresionado
corazón con corazón
sintió el palpitar del niño,
embargado de emoción.

Llevado por un impulso
lo rodeó con sus ramas
y le susurró al oído:
“Somos hermanos del alma,
puedes venir cuando quieras
yo te acojo con mi calma”
A partir de aquel momento
se selló un pacto de amor
entre el humano y el árbol
¡Lo que tanto deseó
se hizo , al fin, realidad!
Y de pronto se dio cuenta
…ya no quería volar,
le gustaba más estar
viviendo en aquel lugar
dónde fue tan acogido
por encinas, por hormigas,
por vientos, por pajarillos.

El muchacho entusiasmado
trajo a jóvenes y ancianos
para sentarse a la sombra
de su amadísimo árbol.

Fue famoso en el contorno
se convirtió en consejero
en un sabio acogedor
de los que hasta él llegaban
en busca de comprensión.

Esta es la historia de un árbol
que quiso ser volador
y descubrió, finalmente,
que enraizarse es mejor.



Ana P Herraiz Pérez